Durante dos años, Rusia ha mostrado un crecimiento económico superior al 4 %, una cifra que podría hacer palidecer a muchas economías europeas. Sin embargo, detrás de estos indicadores aparentemente sólidos, la realidad es muy distinta: alta inflación, consumo deteriorado y escasez persistente. El país, convertido en una economía de guerra, parece estar alcanzando los límites de un modelo basado en el gasto militar y la renta energética.
Crecimiento impulsado por el esfuerzo bélico, no por la diversificación
El crecimiento del PIB ruso, que alcanzó un 4,1 % en 2023, se debe principalmente al aumento del gasto militar y a la producción vinculada a la industria de defensa. Según Adina Revol, ex portavoz de la Comisión Europea, este crecimiento no genera riquezas reales ni sostenibles, sino que oculta una economía en declive y compartimentada.
Datos oficiales muestran que la producción de productos metálicos terminados aumentó un 35 %, y la de componentes electrónicos y ópticos, ligados a la defensa, creció un 29 %. Sin embargo, la economía carece de diversificación y depende casi exclusivamente del esfuerzo bélico y los ingresos por energías fósiles.
Inflación alta y problemas estructurales
En junio de 2025, la inflación anual alcanzó un 9,8 %, impulsada principalmente por el aumento en los precios de alimentos básicos como la papa, cuyo costo se triplicó en un año debido a una mala cosecha y dependencia creciente de importaciones insuficientes.
Además, la escasez de mano de obra causada por la movilización militar y el éxodo de cerca de un millón de personas ha provocado aumentos salariales sin mejoras en productividad, generando una economía sobrecalentada pero ineficaz.
Señales de agotamiento y riesgos futuros
En febrero de 2025, el crecimiento del PIB cayó a un 0,8 % interanual, el nivel más bajo desde marzo de 2023, lo que evidencia una desaceleración clara. El Banco Central Ruso prevé un crecimiento moderado entre 1 % y 2 % para 2025, mientras que el Ministerio de Economía apunta a un 2,5 % sin detallar cómo sostenerlo.
La caída del precio del petróleo Brent, que bajó un 18 % en un año hasta alrededor de 67 dólares por barril, amenaza la estabilidad fiscal, dado que los hidrocarburos representan un tercio de los ingresos fiscales. Además, el Fondo Soberano Ruso ha visto caer sus activos líquidos de 108 mil millones de euros en 2022 a solo 36 mil millones de dólares a inicios de 2025, reflejando un agotamiento financiero.
Si no se diversifica la economía y se reduce la dependencia del gasto militar y los hidrocarburos, Rusia podría enfrentar un muro presupuestario y una pérdida de resiliencia ante presiones externas. La reciente ayuda de la Unión Europea a la industria militar ucraniana con activos rusos congelados aumenta la presión sobre Moscú.
Conclusión
Aunque Rusia ha mostrado cifras de crecimiento económico sorprendentes en los últimos dos años, estas están sustentadas en un modelo insostenible centrado en la guerra y los recursos fósiles. La inflación elevada, la escasez de mano de obra y la caída de los precios del petróleo apuntan a un futuro económico incierto. La falta de diversificación y las tensiones internacionales podrían llevar a Rusia a enfrentar serias dificultades financieras y económicas en el corto y mediano plazo.