La caída de Intel, un gigante tecnológico que dominó el panorama durante décadas, simboliza el fin de una era. Los números no mienten y la última década ha sido testigo de un repliegue histórico para la compañía, evidenciando un cambio de paradigma en la industria. En 2015, la capitalización bursátil de Intel superaba ampliamente a la de NVIDIA; sin embargo, la situación actual muestra un contraste abismal, con NVIDIA multiplicando por 41 el valor de Intel, un claro indicador del auge de la inteligencia artificial y el declive de la relevancia de Intel en áreas clave como la tecnología móvil.
El ascenso meteórico de NVIDIA se debe en gran medida a su liderazgo en el desarrollo de GPUs para el entrenamiento de modelos de IA, mientras que Intel ha perdido terreno ante rivales como Texas Instruments, Qualcomm y AMD. Decisiones estratégicas desacertadas, como rechazar la fabricación de chips para el iPhone en 2006 por considerar a Apple una empresa demasiado pequeña, han tenido consecuencias nefastas para Intel, que ha caído significativamente en el ranking de las empresas más valiosas del mundo.
Las recientes declaraciones del CEO de Intel, Lip-Bu Tan, admitiendo que la empresa ya no se encuentra entre las 10 principales compañías de semiconductores, reflejan la magnitud del desafío que enfrenta Intel. La empresa que impulsó la revolución del PC y que fue sinónimo de innovación estadounidense, ahora tiene un valor inferior al de empresas como Spotify o Coinbase.
El anuncio de 5.500 despidos, afectando principalmente a California y Oregón, representa un ajuste doloroso para Intel, que se ve obligada a prescindir del talento que durante años desarrolló la tecnología que movía el mundo. En un giro estratégico, Intel ha externalizado el 30% de su producción a TSMC para 2025, una medida paradójica para una empresa que se caracterizaba por su integración vertical. Esta dependencia de su rival taiwanés para sobrevivir es una rendición simbólica.
La estrategia de Intel de pivotar hacia la IA Edge parece ser un refugio de última hora, pero el CEO admite que quizás sea demasiado tarde. La empresa ha perdido la carrera más importante del siglo: la de la inteligencia artificial. Además, China representa el 29% de los ingresos de Intel, lo que revela una dependencia significativa del mercado chino, incluso cuando Estados Unidos busca la independencia tecnológica.
El proceso 18A, que se espera que salve a Intel en 2025, genera incertidumbre. Si falla, Intel se quedará sin su última oportunidad para competir con TSMC. Incluso si tiene éxito, llegará cinco años tarde a la batalla. La caída de Intel simboliza el fin del modelo de integración vertical en chips, que representaba Intel, frente al modelo de especialización de NVIDIA. Este cambio plantea desafíos para Occidente, ya que la fabricación avanzada se concentra en Asia, lo que redistribuye el valor en la industria tecnológica.