El gobierno de Estados Unidos ha iniciado un nuevo despliegue de fuerzas navales y aéreas en el mar Caribe, en una acción que, aunque oficialmente se enmarca en la lucha contra el narcotráfico, se interpreta como un claro aumento de la presión contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. La operación, ordenada por el presidente Donald Trump, se justifica por las amenazas a la seguridad nacional de EE.UU. provenientes de organizaciones criminales que han sido designadas como prioritarias en la política exterior estadounidense.
La justificación oficial: Combate a los cárteles
El Pentágono ha confirmado la movilización de activos militares en el sur del Caribe, con el objetivo declarado de combatir a organizaciones como el Cártel de Sinaloa de México y el Tren de Aragua de Venezuela. La estrategia estadounidense busca interceptar rutas de tráfico de drogas y desmantelar redes criminales que operan en la región. Sin embargo, analistas políticos señalan que el despliegue es también un mensaje directo a Caracas, especialmente considerando que Maduro y otros altos funcionarios de su gobierno han sido acusados por Estados Unidos de cargos relacionados con narcoterrorismo.
La respuesta de Caracas: Acusaciones de agresión y llamados a la defensa
El gobierno venezolano y sus aliados han reaccionado de forma contundente, tildando el despliegue de «agresión» y una violación a la soberanía de los países de la región. El presidente Gustavo Petro de Colombia ha instado a sus fuerzas armadas a no participar en operaciones que puedan ser interpretadas como una intervención extranjera, afirmando que Venezuela y Colombia son «el mismo pueblo». Por su parte, el gobierno de Maduro ha reiterado su compromiso de defender la patria y ha calificado la acción como una «narrativa» para justificar futuras operaciones. El despliegue marca un punto de inflexión en las ya tensas relaciones entre ambos países y demuestra la complejidad del escenario geopolítico en América Latina.