En medio de tensiones crecientes entre Estados Unidos y Venezuela, un informe reciente sugiere que Nicolás Maduro estaría dispuesto a abandonar el poder si se le garantiza amnistía, el retiro de recompensas en su contra y un exilio seguro. Esta revelación, proveniente del prestigioso medio estadounidense The Atlantic, surge en un momento de intensas discusiones internas en Washington y un aumento significativo del despliegue militar estadounidense en el Caribe.
Según fuentes cercanas tanto al gobierno de Maduro como a la administración de Donald Trump, la oferta de una posible salida negociada forma parte de un debate complejo dentro de la Casa Blanca. Una persona con conocimiento de las conversaciones afirmó que «si hay suficiente presión y se ofrecen suficientes incentivos, todo está sobre la mesa con Maduro».
La administración Trump parece estar dividida entre dos estrategias: una vía diplomática liderada por Richard Grenell, enviado especial de Trump, y una campaña de presión militar respaldada por figuras como Marco Rubio, secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional. Rubio aboga por un enfoque más agresivo, que incluso contemple el derrocamiento de Maduro, a quien describe como el líder de una «organización narcotraficante» que representa una amenaza para la seguridad de Estados Unidos y fortalece lazos con China y Rusia.
Grenell, por su parte, ha estado trabajando en canales de comunicación discretos con el gobierno de Caracas, buscando un acuerdo de transición que permita a las empresas estadounidenses acceder a los vastos recursos petroleros y mineros venezolanos.
El despliegue del portaviones nuclear USS Gerald R. Ford, el más grande del mundo, en el Caribe, acompañado de destructores y submarinos nucleares, añade aún más tensión al panorama. Aunque el Pentágono afirma que esta operación forma parte de una campaña antidrogas, fuentes militares reconocen que se trata del mayor movimiento naval estadounidense en la región desde la crisis de los misiles cubanos.
En las últimas semanas, Estados Unidos ha intensificado sus operaciones en el Caribe y el Pacífico oriental, atacando y destruyendo embarcaciones presuntamente vinculadas al narcotráfico, lo que ha resultado en un número considerable de bajas. Además, bombarderos B-52 han sobrevolado las costas venezolanas y cazas F-35 han sido desplegados en Puerto Rico, incrementando la sensación de amenaza en la región.
La división dentro del gobierno de Trump sobre cómo abordar la crisis venezolana es evidente. Mientras algunos abogan por una intervención militar, otros advierten sobre los riesgos de un conflicto regional de gran escala. Algunos aliados de Trump temen que una guerra abierta contradiga la promesa del presidente de evitar las «guerras interminables». A pesar de estas preocupaciones, Trump continúa alternando entre la retórica de negociación y la demostración de fuerza.
Según la fuente citada por The Atlantic, el interés de Trump en negociar la salida de Maduro podría fortalecerse en las próximas semanas.
A pesar de que Maduro se mantiene en el poder gracias al apoyo militar y extranjero, su permanencia dependerá de su capacidad para resistir la presión combinada de las sanciones y el poderío militar estadounidense. La oposición venezolana, liderada por María Corina Machado, sigue siendo considerada por Washington como la principal fuerza política capaz de liderar una transición democrática, aunque existen dudas sobre la disposición de los militares venezolanos a ceder el poder.
El futuro de Venezuela se encuentra en una encrucijada, pendiendo entre una negociación incierta y el riesgo de un conflicto regional de consecuencias impredecibles. La situación sigue siendo fluida y altamente volátil, con Estados Unidos desempeñando un papel central en la determinación del destino de la nación sudamericana.
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