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Los coches modernos son más seguros que nunca, gracias a la incorporación de tecnologías avanzadas de asistencia al conductor (ADAS). Sin embargo, esta mayor seguridad viene acompañada de un incremento significativo en los costes de mantenimiento y reparación. Un estudio reciente revela que el coste de reparar un vehículo ha aumentado un 60% en los últimos cinco años, un dato alarmante que impacta directamente en el bolsillo de los propietarios. Este aumento se debe, en gran medida, a la complejidad de la electrónica que gobierna los vehículos actuales. La reparación de sistemas como los retrovisores digitales, los sensores de aparcamiento o las cámaras de visión trasera puede superar fácilmente los 1.000 euros, lo que encarece considerablemente cualquier visita al taller.
El problema se agrava por la necesidad de calibrar estos sistemas tras una reparación. Los fabricantes exigen protocolos exhaustivos para garantizar el correcto funcionamiento de los ADAS, lo que limita el número de talleres capaces de realizar estas intervenciones y eleva aún más los precios. Un sensor desalineado, incluso por un solo grado, puede comprometer la seguridad del vehículo y la efectividad de los sistemas de asistencia. Además, existe una paradoja: a pesar de la inversión en tecnología, muchos conductores no entienden o no utilizan correctamente estas funciones, lo que reduce su beneficio potencial.
En Europa, la obligatoriedad de incluir ciertos asistentes de seguridad en los coches nuevos, como la cámara de marcha atrás, la frenada de emergencia o el asistente de mantenimiento de carril, ha contribuido al encarecimiento general de los vehículos. Aunque estos sistemas son cruciales para reducir los accidentes, su reparación resulta costosa y compleja. La interconexión de los sistemas hace que un fallo en un sensor pueda inhabilitar funciones esenciales, como el frenado de emergencia, lo que subraya la importancia de realizar las reparaciones necesarias.
El aumento en los costes de mantenimiento y reparación, sumado al encarecimiento de los seguros y el combustible, impacta especialmente en la gama baja y en el mercado de coches de segunda mano. Los vehículos nuevos son más caros debido a la tecnología obligatoria, mientras que los coches usados también suben de precio y dificultan el acceso a talleres especializados para su reparación. En definitiva, aunque los coches modernos son más seguros, mantenerlos en perfecto estado se ha convertido en un desafío económico para muchos conductores.
