La producción industrial de China ha experimentado una preocupante caída durante cuatro meses consecutivos, lo que agudiza la crisis estructural que enfrenta el régimen de Xi Jinping. Los datos oficiales revelados por la Oficina Nacional de Estadística (ONE) muestran un debilitamiento económico continuo, con el índice de gerentes de compras (PMI) cayendo a 49,3 puntos en julio, por debajo del umbral de 50 que indica contracción. Esta situación, que supera las previsiones del mercado, pone de manifiesto los desequilibrios internos y la creciente desconfianza internacional que afectan a la segunda economía mundial.
Expertos como Zichun Huang, de Capital Economics, advierten que la economía china ha perdido impulso en diversos sectores, incluyendo la industria, los servicios y la construcción. A pesar de los esfuerzos propagandísticos del gobierno por mostrar estabilidad, la falta de resultados concretos tras las promesas de reactivación genera una creciente presión. La crisis inmobiliaria, el estancamiento del consumo interno, el desempleo juvenil récord y la desconfianza empresarial son problemas persistentes que las medidas del Partido Comunista no han logrado resolver.
Si bien la Oficina Nacional de Estadística atribuye parte del retroceso a condiciones meteorológicas extremas, los analistas señalan que la caída va más allá de factores climáticos. La demanda se está debilitando, especialmente en lo que respecta a los nuevos pedidos de exportación, que volvieron a desplomarse a pesar de una breve mejora anterior impulsada por una tregua arancelaria con Estados Unidos. Según Capital Economics, los altos aranceles estadounidenses siguen impactando, pero la mayor parte de la debilidad tiene causas internas.
La desaceleración no se limita al sector industrial. El índice PMI no manufacturero, que incluye servicios y construcción, también ha mostrado una caída, alcanzando su nivel más bajo desde noviembre del año pasado. El sector de la construcción es el más afectado, lo que sugiere que el impulso de infraestructura ligado al gasto fiscal se está agotando y la construcción residencial continúa bajo presión.
Ante este panorama, los analistas señalan la falta de reacción efectiva por parte de las autoridades chinas, que mantienen una postura ambigua mientras el país pierde competitividad global. En este contexto, Beijing ha reanudado las negociaciones comerciales con Washington, aunque sin avances concretos. La ausencia de resultados refuerza el escepticismo sobre la voluntad real del régimen chino de corregir sus desequilibrios estructurales y comprometerse con reglas claras en el comercio internacional.
Capital Economics duda que el resto del año muestre una mejora significativa, señalando la debilidad de las exportaciones y la falta de medidas contundentes desde el poder central. En un clima de desconfianza, el modelo económico chino muestra signos de agotamiento mientras aumenta la presión internacional sobre Beijing. La situación plantea serias interrogantes sobre el futuro económico de China y su impacto en la economía global.
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