Un revolucionario estudio publicado este jueves en la prestigiosa revista Science ha logrado confirmar que los bebés desarrollan recuerdos episódicos desde aproximadamente el primer año de vida, desafiando las teorías tradicionales sobre la amnesia infantil.
El cerebro infantil sí registra experiencias tempranas
La investigación, liderada por Nick Turk-Browne, profesor de psicología en Yale, utilizó técnicas avanzadas de resonancia magnética funcional (fMRI) para observar directamente la actividad cerebral en bebés mientras realizaban tareas de memoria.
«Siempre me fascinó este misterioso vacío en nuestra historia personal», explicó Turk-Browne a la AFP, refiriéndose al fenómeno de la amnesia infantil, que impide recordar las experiencias vividas durante los primeros años de vida.
El estudio logró confirmar que el hipocampo, estructura cerebral crucial para la memoria episódica, participa activamente en la codificación de recuerdos desde una edad temprana, específicamente a partir del primer año de vida.
Un desafío técnico superado
Para conseguir estos hallazgos, los investigadores debieron superar numerosos obstáculos técnicos. Turk-Browne y su equipo desarrollaron métodos especiales para mantener a los bebés cómodos durante los escaneos cerebrales, utilizando chupetes, mantas, peluches y patrones visuales atractivos.
En total, participaron 26 bebés divididos en dos grupos: menores y mayores de un año. Se les mostró imágenes de rostros, escenas u objetos, y posteriormente se evaluó su capacidad para reconocer estas imágenes, midiendo el tiempo que pasaban observando las ya vistas.
El misterio persiste: ¿por qué olvidamos?
A pesar de estos avances, sigue sin resolverse por qué estos recuerdos tempranos se vuelven inaccesibles más tarde. Turk-Browne sospecha que los recuerdos persisten, pero se tornan inaccesibles, y actualmente lidera un nuevo estudio para evaluar si los niños pequeños pueden reconocer videos grabados desde su propia perspectiva cuando eran bebés.
Los resultados preliminares sugieren que estos recuerdos podrían persistir hasta aproximadamente los tres años antes de desvanecerse, aunque el investigador no descarta la posibilidad de que puedan reactivarse en etapas posteriores de la vida.
«La ingenuidad de su enfoque experimental no debe subestimarse», destacaron los investigadores Adam Ramsaran y Paul Frankland en un editorial publicado en la misma revista, subrayando la importancia de estos hallazgos para nuestra comprensión del desarrollo cognitivo temprano.