Alan Turing, el genio matemático y pionero de la computación, famoso por descifrar los códigos Enigma durante la Segunda Guerra Mundial, también dedicó su mente brillante a desentrañar los misterios de la naturaleza. Su fascinación por los patrones, desde las manchas de los leopardos hasta la disposición de los pétalos en las flores, lo llevó a desarrollar una teoría revolucionaria que explicaría cómo se forman los patrones en los seres vivos.
En su único artículo sobre el tema, «La base química de la morfogénesis», publicado en 1952, Turing propuso que los patrones surgen de la interacción de sustancias químicas llamadas morfógenos. Estos morfógenos se difunden y reaccionan entre sí, creando patrones complejos como las rayas de las cebras o la disposición de las hojas en las plantas. Su teoría, conocida como Mecanismo de Turing, postula que dos morfógenos actúan como un sistema depredador-presa a nivel molecular, donde uno activa una reacción y el otro la inhibe, dando lugar a la diferenciación celular y, finalmente, a los patrones físicos que observamos.
Aunque la teoría de Turing fue innovadora, tardó en ser aceptada por la comunidad científica. En la década de 1960, su trabajo fue redescubierto y, con el avance de la biología molecular y las computadoras potentes, los científicos comenzaron a validar sus ideas. Hoy en día, la teoría de Turing es fundamental para la biología matemática y ha encontrado aplicaciones en diversos campos, desde la neurología hasta la criminología.
El Legado de Turing: Más Allá de las Manchas
La fascinación de Turing por los patrones no se limitó a los animales. También se interesó por la filotaxis, la disposición de los pétalos, hojas y tallos en las plantas. Observó que los pétalos de las flores a menudo siguen la secuencia de Fibonacci, una secuencia matemática donde cada número es la suma de los dos anteriores. Turing desarrolló una teoría para explicar por qué esta secuencia aparece en las plantas, aunque no tuvo la oportunidad de probarla completamente antes de su muerte.
Recientemente, científicos de la Universidad de Manchester llevaron a cabo un experimento plantando cientos de girasoles y contando sus pétalos. Los resultados respaldaron la idea de Turing y revelaron nuevos patrones que sus ecuaciones también parecen explicar. Este hallazgo demuestra la perdurabilidad y la relevancia de la obra de Turing, incluso décadas después de su muerte.
Alan Turing no solo fue un héroe de guerra y un pionero de la computación, sino también un visionario que vio las matemáticas ocultas en la naturaleza. Su legado continúa inspirando a científicos de todo el mundo a explorar los misterios de la vida y a encontrar patrones en el aparente caos del mundo que nos rodea.